Píldora 36: de los Baby boomers a los millennials

Si naciste a finales de los sesenta, posiblemente seas un Baby boomer, y millennials tus hijos, si nacieron a finales de los noventa. Dos generaciones separadas por el tiempo y la manera de ver la vida. Y son tantas las diferencias que te reconocerás rápido... Y a ellos, también los reconocerás.

Si eres de los que hiciste la EGB, puede que nacieras a finales de los 60 y, como muchos otros, en la época del Baby boom. Si tienes hijos, puede que ellos hayan nacido en los albores del cambio de siglo. Ellos son millennials. Pero, antes de continuar, ¿por qué no echas un vistazo a otras píldoras anteriormente publicadas?

En este post no queremos centrarnos tanto en las complicaciones del cambio generacional, sino en aquello que nuestros hijos tienen que aportarnos en lo que a felicidad se refiere. Ellos entienden la vida de una manera diferente a la nuestra, como no podía ser menos, pero tienen la capacidad –a mi juicio- de enriquecer enormemente la nuestra. 

Los Baby boomers nos hemos caracterizado por ser competitivos y materialistas, además de muy trabajadores. Fuimos yuppies en los 80, dimos una importancia sobredimensionada al dinero y la posición social, y hemos hecho jornadas de trabajo maratonianas con la idea fija de conseguir subir puestos en las pirámides empresarial y social. Entendíamos que ganar dinero y tener poder era sinónimo de éxito personal, y nos empleamos a fondo en conseguirlo. Nosotros somos como fuimos por los padres que tuvimos; ellos, nuestros hijos, son como son por nuestra causa. Y reflexionar sobre nuestros modelos vivenciales tiene mucho interés para entender la evolución en la idea del bienestar personal.

Pero, retrocedamos en el tiempo. Entre 1964 y 1973, aproximadamente, se produjo en España un aumento de la natalidad. Sobrevino un momento de bienestar social que ayudó a que no fuera nada extraño que las familias estuvieran compuestas por tres o cuatro hijos (entonces la familia numerosa era la formada por cuatro o más hijos). Los padres de los Baby boomers nacieron en la posguerra y tuvieron que trabajar duro para sacar adelante a su familia, pero tuvieron muy complicado el cambio de posición social. El que nacía currante, moría currante, y lo mismo con los que tenían posición; no existía ningún temor a perderla. Ellos, nuestros padres, pensaban que para que sus hijos pudieran superar esa limitación de ascenso en la escala social debían formarse, y por eso casi todos fuimos a la universidad –muchos al menos-. A ese fenómeno de deseabilidad social tan fuerte y arraigado en aquella época ligado a los estudios universitarios lo denominábamos coloquialmente la titulitis, la enfermedad de adquirir un título a toda costa. 

Todos fuimos programados para luchar por conseguir posición y dinero y estudiábamos aquello que tenía más salidas profesionales con el objetivo de posicionarnos cuanto antes. El dinero era símbolo de éxito personal, y nosotros nos dedicamos a hacer jornadas de trabajo interminables (como nos enseñaron nuestros padres, muy trabajadores la mayoría) para ganar el dinero que nos permitía tener muchas cosas, muchas cosas. 

Nuestros hijos, los millennials, nacieron en este mundo inquietante, donde consumir era el objetivo de madres y padres. Era incluso más importante que la educación de los hijos, a juzgar por la dedicación en tiempo a cada parcela, en la que ganaba indudablemente el trabajo. Muchos fueron criados y educados por personas extranjeras mientras sus padres, nosotros, trabajábamos para ganar dinero y seguir comprando cosas. 

No estoy haciendo autocrítica, aunque podría hacerlo, sólo quiero exponer su punto de vista: el de nuestros hijos. Ellos han visto que nos hemos dedicado a ganar dinero a costa de cualquier cosa; incluso careciendo del tiempo necesario para disfrutar de aquello que comprábamos porque siempre estábamos trabajando, y esto ha provocado una interesante reacción de compensación. 

Según los estudios realizados sobre las personas nacidas en torno al año 2000, los millennials dan prioridad a las personas en lugar del dinero, prefieren disfrutar con el trabajo y eligen uno sin tener en cuenta el dinero que pueda proporcionarles. Ellos, nuestros hijos, prefieren conseguir sus sueños personales en lugar de conseguir cosas… 

Los millennials tienen asumido que lo importante es tener un sueño y conseguirlo. El dinero y la posición no es tan importante. Por eso, suelen estar más concienciados con las personas, tienen sensibilidad hacia los desfavorecidos, se afilian a partidos de ultraizquierda, se van a la India a ayudar a las familias sin recursos, trabajan para una ONG y son tolerantes y generosos con las personas.

A cambio, no son muy emprendedores. El ansia por conseguir progresar no entra dentro de sus esquemas, pero es que además no necesitan progresar porque sus padres ya les ofrecen los resultados del dinero y la posición. El progreso es entendido como ganar realización y bienestar personal, y aquí deberíamos estar más atentos a lo que tienen que decirnos porque sus valores están en la base de la verdadera felicidad.

Si quieres hacernos cualquier consulta al respecto de ésta o cualquier otra píldora, no tienes más que ponerte en contacto con nosotros.

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